En el diario económico Cinco Días leemos un artículo sobre las importaciones y su efecto en el déficit comercial, que por su interés pasamos a resumir a continuación.
España es un país que produce pocos de los bienes que consume y está obligado a importarlos, por lo que tradicionalmente siempre ha registrado déficit comercial. Este registro ha sido siempre mayor en las épocas de expansión económica. De hecho, el máximo de la serie histórica, que arranca en 1971, se produjo en 2008, el último año de los quince seguidos de crecimiento en España, con un saldo negativo de 98.952 millones. Desde esa fecha, y con la excepción de 2010, el déficit comercial inició una caída en picado que tuvo su punto álgido en 2013, cuando llegó a 16.532 millones. Incluso en marzo de ese ejercicio se alcanzó un nuevo hito: el primer y único mes en el que España vendió más bienes de los que compró. La consecución de ese objetivo se logró gracias al buen tono de las exportaciones y al desplome de las importaciones, impulsado por el débil consumo de los hogares y de las empresas.
La recuperación de ambas variables desde finales de 2013 ha sido, precisamente, la que ha provocado que la senda de reducción del déficit comercial se haya visto cortada abruptamente este año. De los 16.532 millones con los que se cerró 2013 se ha pasado a un déficit de 24.471 millones, lo que representa un incremento del 53,4%. “La mayor subida de las importaciones frente a las exportaciones es lo que explica que el saldo comercial se haya deteriorado”, apuntó el secretario de Estado de Comercio, Jaime García-Legaz, durante la rueda de prensa en la que analizó los datos de la balanza comercial.
El secretario de Estado de Comercio centró su valoración en la mejora de los índices que miden la competitividad de las empresas. “Se ha producido una mejora de la productividad, la moderación salarial se ha consolidado y la evolución del tipo de cambio del euro frente al dólar se ha consolidado”. Desde mayo de 2014, el euro se ha depreciado un 19% frente al billete verde, lo que supone un fuerte abaratamiento de las exportaciones a países fuera de la zona euro.
Un efecto que debería haber provocado que las ventas al exterior se hubieran reorientado fuera de la Unión Europea, tradicional refugio de las empresas españolas en épocas de turbulencias económicas. Nada más lejos de la realidad. El pasado ejercicio se destinaron el 63,4% de las ventas a la UE, ocho décimas más que en 2012. Un retroceso significativo en el proceso de diversificación geográfica de las exportaciones. “Es difícil incrementar exportaciones en economías estancadas”, se justificó García-Legaz, poniendo como ejemplo la debacle en Latinoamérica, especialmente en Brasil y Venezuela, con caídas superiores a dos dígitos. “No nos sentimos conformes y nuestros esfuerzos irán encaminados a mejorar ese porcentaje”, remarcó.
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